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Con la muerte de Akhtar jan, la AFP pierde un tercer colaborador en Kabul
El vicepresidente Abdul Rashid Dostum salió indemne pero 23 personas murieron y otras 107 resultaron heridas el domingo en el atentado suicida dirigido contra él a su regreso del exilio. Entre las víctimas figura Mohammad Akhtar, un chófer de la AFP, amigo de todos y padre de cuatro hijos.
Con su mirada brillante y dulce y su aire jovial, Mohammad Akhtar, de 30 años, conocido como Akhtar jan, un apodo cariñoso, trabajaba en la oficina de la AFP en Kabul desde 2007 y conducía a los periodistas a zonas a veces peligrosas.
Durante los atascos infernales de la capital de Afganistán, Akhtar aprovechaba para mejorar su francés en compañía de los periodistas.
Pero el domingo no estaba trabajando. Estaba en el aeropuerto de Kabul rumbo al trabajo. El mismo aeropuerto donde acababa de aterrizar el general y jefe de guerra Abdul Rachid Dostum, también vicepresidente de Afganistán, que volvía al país tras un año de exilio en Turquía.
En el camino se cruzó con un kamikaze del grupo Estado Islámico (EI).
El atentado iba dirigido contra Dostum pero, como su coche ya había pasado, las víctimas fueron sus partidarios, la gente que pasaba por allí y los miembros de sus fuerzas de seguridad (nueve de ellos murieron).
Akhtar es el segundo colaborador de AFP que muere en un atentado este año. El 30 de abril, el jefe de fotografía de la oficina de Kabul, Shah Marai, de 41 años, también murió por un atentado suicida del EI.
Ironías del destino, ambos eran primos.
Shah Marai estaba cubriendo un ataque contra la sede de los servicios de información afganos cuando apareció un nuevo kamikaze y se hizo estallar en medio de los periodistas. Murieron nueve de ellos.
- Once huérfanos -
En marzo de 2014, el periodista Sardar Ahmad, otro de los pilares de la oficina de la AFP en Kabul y uno de los mejores amigos de Shah Marai, murió junto a su mujer y dos de sus tres hijos en un hotel de Kabul donde habían venido a cenar. Los talibanes reivindicaron el ataque en un edifico que, en teoría, estaba protegido.
Al morir, los tres dejaron once huérfanos.
Akhtar perdió el año pasado a una hija de dos años. A pesar de ello seguía mostrando como siempre su buen corazón. "Se lo guardaba todo para él, sin hacer dramas", recuerda Rateb Noori, un reportero de vídeo de la oficina de AFP que elogia un hombre "sencillo, paciente y directo".
"Otra vez más nuestra oficina en Kabul ha sufrido un choque inmenso", dijo la directora de la información de la AFP, Michèle Léridon. "Pensamos en la familia de Akhtar y en sus colegas de AFP, que continúan haciendo su trabajo con profesionalismo y con mucha valentía".
Estas muertes violentas son una muestra de lo que vive a diario la población afgana ante la multiplicación de atentados de los talibanes y sobre todo del EI, en particular en Kabul.
Según la Misión de Asistencia de Naciones Unidas para Afganistán (Manua), Afganistán batió un nuevo récord de civiles asesinados, con cerca de 1.700 muertos en el primer semestre de 2018. Más de la mitad murieron en atentados atribuidos al EI.